Interludio. Los contadores de electricidad en los hogares holandeses. Cerca de Ámsterdam existe un suburbio residencial de viviendas unifamiliares, todas iguales, que se construyeron a la vez. En realidad, no son exactamente iguales. Por razones desconocidas, a algunas de ellas les instalaron el contador de electricidad en el sótano. En las demás, el contador eléctrico se encuentra en el vestíbulo principal. Todos los contadores funcionan con una ampolla de cristal con una ruedecilla metálica horizontal en el interior. Cuando la vivienda consume más electricidad, la ruedecilla gira más rápido y los kilovatios por hora se van registrando en un dial. Durante el embargo de petróleo y la crisis energética de principios de los años setenta, los holandeses empezaron a preocuparse por el consumo de energía. Se descubrió que algunas de las viviendas de esta urbanización consumían un tercio menos de electricidad que las demás. Nadie podía explicárselo. La electricidad costaba lo mismo para todos y las familias que vivían en todas aquellas casas eran similares. Al final se descubrió que la diferencia radicaba en la situación del contador. Las familias que más consumían eran las que tenían el contador en el sótano, donde casi nunca lo veían. Las que consumían poco lo tenían en el vestíbulo principal, pasaban por delante constantemente y veían cómo la ruedecilla giraba y la factura de la electricidad aumentaba